A/ LAS TEORÍAS DE HOBBES Y ROUSSEAU

Uno de los problemas fundamentales de la política es explicar el origen y la legitimación de los estados. ¿Por qué, y cómo, surgen los estados tal y como los conocemos? ¿Por qué tenemos la obligación de obedecer las leyes?

En todo caso el planteamiento de estas cuestiones es bastante moderno. Hay que advertir que para la mayoría de la gente, durante la mayoría del tiempo, la obediencia política ha sido una cuestión que se ha aceptado sin crítica. La gente no se plantea por qué hay que obedecer a quien manda. Lo obedece y ya está. La tradición o la religión vienen a justificar el estado de las cosas, diciendo que el gobernante lo es por decisión divina o por una tradición que se hunde en el principio de los tiempos. La mayoría de la gente (aún todavía) piensa que estas cuestiones de política no les incumben.

En la época de la modernidad (en los siglos XVII-XVIII) empiezan a aparecer teóricos que intentan dar una respuesta racional a estas cuestiones. Así surgen las teorías del contrato. Vamos a estudiar dos teorías del contrato clásicas: la de Hobbes y la de Rousseau.

Hobbes desarrolla su teoría del contrato en un contexto de guerra civil en Inglaterra entre monárquicos (partidarios del poder absoluto del rey) y parlamentaristas (partidarios del poder compartido). En esta situación escribe su obra principal, titulada Leviatán (en la Biblia, Leviatán es un monstruo marino).

La teoría política de Hobbes parte de la idea de que la naturaleza humana está dominada por el instinto de conservación, el miedo y toda clase de motivaciones egoístas. De hecho, él las resume en tres: la competencia, la desconfianza y la gloria.

La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera, para ganar reputación. La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de las personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda, para defenderlos; la tercera recurre a la fuerza por motivos insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, como cualquier otro signo de subestimación, ya sea directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su nación, en su profesión o en su apellido.

Eso hace que al principio de la humanidad (en el estado de naturaleza) haya algo parecido a una guerra de todos contra todos, donde las cosas que puedes conseguir mediante la fuerza tampoco pueden ser enteramente disfrutadas, pues continua el peligro de que alguien te lo quite. El asunto es que aunque algunas personas sean algo más fuertes o más decididas que las demás, nadie es tan superior como para no tener miedo de sus semejantes. En este estado de Naturaleza la vida, dice Hobbes es “solitaria, pobre, brutal y breve”.

Si queréis haceros una idea de algo parecido a lo que describe Hobbes podéis pensar en una serie como Walking Dead. En esta serie la desaparición del estado conlleva que la gente se vea abocada a luchar individualmente por su supervivencia.

No todo el estado de Naturaleza esta en el cine, lamentablemente. Hay países donde la ausencia de una estructura política hace que la gente se vea abocada a una situación de lucha de todos contra todos, como por ejemplo en Somalia.

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http://elpais.com/diario/2007/01/19/internacional/1169161208_850215.html

Para Hobbes este estado de anarquía es la peor de las situaciones. Para abolirlo, los hombres llevan a cabo un pacto o contrato en el que deciden establecer una autoridad que decida en sus disputas. Esta autoridad debe estar investida de un poder irresistible para que nadie pueda oponerse a ella y pueda acabar con la anarquía A este engendro político Hobbes le llamó Leviatán, inspirándose en el nombre de un monstruo marino que aparece en la Biblia.

Es importante entender que para Hobbes es mejor que haya un soberano que mande, aunque sea mal, a que nadie gobierne. Esto hace que Hobbes sea el pensador de cabecera para cierto pensamiento conservador que prefiere la injusticia al desorden, y que sospechan de todos los cambios sociales. Y todo este pensamiento político esta fundamentado en una visión de la naturaleza humana negativa, que piensa que los hombres son naturalmente enemigos, que sus relaciones solo se basan en el interés, y que la tentación de saltarse la ley es eterna. Dicho con palabras del propio Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre”.

Una visión muy diferente de la de Hobbes es la del filosofo ilustrado francés Jean Jacques Rousseau. Si para Hobbes el hombre es malo por naturaleza y la autoridad social es lo único que lo civiliza, para Rousseau es al revés: el ser humano es naturalmente bueno, pero la sociedad lo pervierte.

Rousseau estaba inspirado en una idea de su época, el mito del Buen Salvaje. En la ilustración algunos autores empezaron a oponerse a la idea de que los nativos de África u Oceanía eran poco más que bestias y empezaron a defender, por el contrario, que su vida era mucho menos artificiosa y más auténtica y más moral (en definitiva, más feliz) que la de los europeos. Para los defensores del mito del buen salvaje esto:

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es mucho mejor que esto:

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Rousseau piensa que en la antigüedad los seres humanos vivían en un estado feliz, compartiendo las tareas y los beneficios, en una situación natural parecida a la de los buenos salvajes. Pero llegó un momento en el que aparecieron todos los problemas. Y ese momento se dio en cuanto alguien dijo de algo: “esto es mío”. Para Rousseau la propiedad privada es la raíz de todos los males, puesto que a partir del momento en el que se acepta nace la desigualdad entre los hombres, las injusticias, las envidias y los crímenes.

Las sociedades modernas, piensa Rousseau, son más productivas que las arcaicas, pero al precio de generar todo tipo de necesidades y obligaciones artificiosas en los hombres, de modo que nuestra vida no es verdaderamente mas feliz que la de los salvajes, sino menos.

Rousseau fue uno de los más importantes defensores del comunitarismo. Para él la solución a los problemas de la humanidad consiste en desandar el camino recorrido y volver a un estado igualitario en el que sea abolida la propiedad privada. Para eso es necesario un nuevo Contrato Social que obligue a los hombres a trabajar en la defensa del Bien Común. Aquellos que se nieguen a hacerlo (por el egoísmo particular en el que hemos sido criados) serán obligados en su propio beneficio.

Rousseau se da cuenta de un problema importante en todas las comunidades humanas como es la tensión entre el interés general y el interés particular. A menudo nos damos cuenta de que mi interés particular va contra el interés general. Puedo, por ejemplo, pensar que me favorece saltarme una cola o dejar de pagar impuestos o lo que sea que me convenga. El problema es que también entendemos que sin colas y sin impuestos la vida siempre será mucho peor, claro. Así que lo que interesa es que todo el mundo pague impuestos y haga colas… menos yo.

La experiencia de que hay gente que se aprovecha de las normas sociales sin participar de ellas es, sin embargo, absolutamente desintegradora. Nadie se ve obligado a seguir normas sociales cuando ve que determinadas personas gozan de privilegios, y no hay más que observar con atención para darse cuenta de que no importa cuánta gente pague impuestos o haga colas, bastan unos pocos que no lo hagan para que se forme el caos. Para Rousseau el fundamento de la vida social es la igualdad. Por eso el Contrato Social debe obligar a todo el mundo a someterse a la voluntad general, que es lo mejor para todos.

2/ LA TEORÍA DE JOHN RAWLS

Rawls parte de la idea de que la sociedad es una empresa cooperativa encaminada al beneficio mutuo. Para él la vida social nos genera beneficios, pero estos beneficios han de ser repartidos de manera justa.

Así, a la base de la teoría de la sociedad de Rawls hay una visión de la justicia. Rawls entiende que la justicia es la virtud principal de las instituciones sociales (más que la productividad o lo que sea), y la concibe como equidad (igualdad) e imparcialidad. La distribución de los productos de la sociedad (bienes y derechos) solo será justa si viene dada por un procedimiento que pudiese ser aceptado por todos los miembros de la sociedad.

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Así, Rawls presenta una idea de contrato social diferente a la de Hobbes y Rousseau. Para Rawls, la única sociedad justa es aquella en la que los bienes sociales se reparten según un procedimiento que una asamblea de agentes racionales hubiese aceptado por unanimidad en una condición que él denomina Velo de la Ignorancia. Rawls utiliza  un constructo que se llama posición original, que es algo así como una situación en la que los individuos son ignorantes de su condiciones empíricas y de su posición en la jerarquía social. En esta situación, piensa Rawls, cuando no sabemos qué privilegios o desventajas vamos a tener (si vamos a nacer pobres o ricos, en un país u otro, con determinada genética y demás) los sujetos se pueden poner de acuerdo acerca de los principios de la justicia, y acordar la mejor forma de repartir bienes y derechos.